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Por Andrés Pascual Tal vez sea una forma de decir por boca de otros los que ellos quisieran, pero el tratamiento de cierta prensa a la actitud del fanático acostumbrado al nocao por un pegador, expone que éste no es perdonado si un pleito llega al límite; entonces comienza la crónica sabichosa “pagada aparte”, a especular con palabras como “dissapointed” en inglés, o “decepcionado” para la amplia gama de cogedores de billetes por la izquierda que tanto pisotean la lengua cervantina. El problema ante la aceptación de un pugilista bisoño llega tan lejos que, si le dan un knockdown lo estigmatizan; si lo noquean en alguna de entre las primeras 10-20 peleas lo entierran, injusticia debida a que casi nadie busca datos históricos, ni la crónica, que debe cumplir faena educativa, hace su trabajo como Dios manda, una vez que, en la historia del boxeo, más de 10 peleadores inmortales, verdaderas maravillas del ring, perdieron uno, dos o tres, con nocaos incluidos, entre sus primeros 10-15 combates y Alexis Arguello es un ejemplo contundente y Manny Pacquiao otro. Pero voy a referirme al completo cubano Luis Ortiz (31-1, 26 KO’s), que ha mal acostumbrado al paisano a verlo noquear, por lo que su público no concibe, no entiende que el zurdo pueda terminar una pelea sin horizontalizar al oponente. Anoche Christian Hammer, que parece un paquete pero no tiene miedo, acosa, intercambia y soporta castigo, concluyó de pie contra Luis Ortiz ¿Frustrante? No, nadie puede noquear todos los días y la mayoría de anestesias que recetan los pegadores de cualquier división, se logran a costa de boxeadores de poca categoría a mediocre, a veces con records de oficina y eso debe tenerse a mano siempre. Ortiz es un buen boxeador, no lo mejor del peso, pero, entre mastodontes de poca técnica y menos gracia ni estilo, el cubano es uno de los mejores, hasta ahí. El antillano sufrió la lastimadura de su mano izquierda, quizás no hubiera podido noquear a Hammer, pero ganó indiscutiblemente, sobre el ring siempre hubo un boxeador y fue él. Las revanchas en el boxeo son el resultado de peleas en que la emoción corrió por los dos carriles alternativamente, de parte y parte; aunque la victoria se hubiera producido por nocao, pero nadie sugiere la revancha de Ortiz contra Wilder en los lugares en que un susurro es audible. Por lo que veo, nunca le darán a Luis Ortiz la posibilidad del desquite, razón analizable en igual nivel que el maltrato a los peleadores cubanos, de más o menos reciente edición, por un público ajeno que quizás lo haga por la forma fuera de lugar como habla y poco conocedora del fanático isleño; es decir, encaja fácil en el rechazo que se le hace a cualquier miembro de “la escuela cubana de boxeo”, para lo que tanto ayuda la prensa de Miami y el paisano de cualquier parte. Entre las revanchas de interés que pudieran producirse en cualquier división, la de Ortiz vs Wilder sería una de las más atractivas. Yo no creo en nimiedades obsoletas como el miedo y otras cosas sin base, sino en que el empuje promotoril está ajustado a impedir que trabaje honestamente un boxeador cubano, sea o no “huidor”, como califican a Rigondeaux y a Lara, o fajador muy peligroso como Luis Ortiz, quien, además, pega. Si llegara de Cuba un boxeador capaz de emular al mismísimo Robinson, correría igual “mala suerte”. Muy sospechoso ¿Cómo es posible que no se queden más boxeadores cubanos? ¿Existe relación entre el largo brazo de la tiranía y el promotaje para frustrar a quienes tengan pensado quedarse, por lo difícil que se les hace no solo el reconocimiento, sino trabajar en lo que saben y pueden? Despertar porque se prepara el rechazo del público, comenzando por el maltrato sutil de la media dependiente; sembrar dudas y darle la razón a un fanático hostil, justifican pensar mal ante un caso como el que traté.

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