Las acciones que conforman la técnica deportiva son hábitos o conjuntos de hábitos motores que el boxeador va asimilando, perfeccionando e incorporando durante su vida deportiva hasta que le salen sin pensarlo.
Para formar un hábito motor, son necesarias tres fases:
En la primera, el entrenador ayuda al boxeador con una demostración global, su explicación y la partición de las acciones en partes más simples. De esta manera, el púgil logra crearse una imagen integral de la acción. Así, el deportista trata de “copiar” con su movimiento esa imagen integral, muy influenciada por el comportamiento visual.
La precaución viene cuando el movimiento esencial se acompaña de movimientos innecesarios que a su vez implican un elevado gasto de energía, poca precisión y pérdida de armonía y rapidez.
A mayor número de repeticiones de los movimientos, el boxeador recibe con más claridad y diferenciación las sensaciones musculares y articulares, entrando así en la segunda fase del proceso de formación del hábito.
El deportista va desarrollando una imagen cada vez más completa y detallada, conformando en su mente un muy buen modelo de acción en que va eliminando, a la vez, los movimientos innecesarios.
La fase final consiste en el perfeccionamiento, permitiendo una flexible ejecución de las acciones permitiéndole adaptarse a cada situación.
Tras estas fases, es la automatización la que toma el control de la situación, permitiendo al boxeador concentrar su atención en los objetivos de su actuación.
El boxeo, como otros muchos deportes, precisa ciertos materiales deportivos tales como protectores, guantes, vendas y, muchas veces, casco. La conformación de una imagen adecuada de éstos se integra en la imagen que posibilita la acción deportiva. Esto es importante, pues, a veces, el fallo en la ejecución de la acción no está dado tanto por la estructura de la acción como por su relación con el material o el tiempo: la presión que ejerce el vendaje, la diferencia en tiempo de un round, por ejemplo, cuando a las boxeadoras les cambian la duración de éstos según reglamentos, etc.
Por otra parte, la acción deportiva se pone en juego ante un estímulo que la desencadena como es un golpe o combinación del contrario. La rapidez al reaccionar se convierte en un factor para que la acción sea oportuna y lleve a la victoria. Asimismo, el hábito debe poseer una gran flexibilidad en sus mecanismos de explosión, para golpear o contragolpear en el momento preciso pero de acuerdo con la situación. La rapidez de reacción depende de factores individuales y también obedece a la preparación.
Así, las relaciones entre el hábito motor, las percepciones del material deportivo y las reacciones constituyen los aspectos fundamentales que pueden explicar el desarrollo de la técnica. Estos factores, aunque tienen una base fisiológica, están fuertemente influidos por el manejo psicológico del boxeador.
Así pues, asimilar la técnica significa, en primer lugar, un cambio en el modelo que luego determinará un cambio en el comportamiento técnico y la automatización de buenos hábitos deportivos.
Muchos de los problemas psicológicos de la preparación técnica del boxeador se hacen evidentes ya en el proceso de enseñanza y perfeccionamiento. No obstante, a cierto nivel del rendimiento deportivo es donde la preparación psicológica cobra su mayor importancia. Los problemas psicológicos que se asocian a la preparación técnica están dados por el perfeccionamiento de los hábitos, su corrección y su mantenimiento o automatización cuando, por alguna razón, el boxeador debe interrumpir su proceso de entrenamiento.
Equipo de la UPAD-UAM
Unidad de Psicología y Coaching Aplicado al Deporte