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Por Andrés Pascual La pelea del zurdo Luis Ortiz, luego de fallar ¡2 VECES! pruebas antidrogas, fue posible porque el CMB dejó pasar en Japón otro “error” y la protesta del grupo tras el cubano progresó: tuvieron que sancionar el pleito luego de retirar todos los castigos que le habían aplicado, y pusieron sobre el tapete la manera sucia y fea de comportarse de estos organismos, que, se supone, EXISTEN para representar más al público que a nadie, aunque se sabe hacia qué puerto navega ese barco “representativo”. Por intereses oscuros y maleantes de propia factura, el CMB actuó como chantajeado. Al modo mío de verlo, dos peleas más o menos recientes redestaparon el ominoso mundo del arreglo por la vía de imponer ganadores que se estimularon, y hablo de la forma como le quitaron la faja al nica Chocolatico González y la manera como intervinieron contra el cubano Barthelemy para beneficiar a un euroasiático que, viéndolo bien, hoy los peleadores de por allá están en venta liquidación y mucha demanda en Fistiana. González vs Rungvisai Cuando Srisaket Sor Rungvisai pareció un Supermán de bolsillo en la pelea que noqueó a Román González, luego de ceder muy apretado en la primera en el ring, pero ser declarado ganador, impresionó sospechosamente a quienes vemos el boxeo un poco más allá de regionalismos sectaristas y otros vicios, buenos para enriquecer tanto al pulpo que administra como a la televisión, indudables interesados en este tipo de arreglos, porque pueden mucho y sucio. ¿Por qué le quitaron la corona al monarca y nadie comentó sobre el particular, y hablo de fanáticos?, En aquella pelea, el asiático fue otra versión reducida de Manny Pacquiao y la Media manipuló la opinión general a la manera como sabe, al extremo de que ni el grupo detrás del nica se ha molestado en analizar que, esa fortaleza demoledora contra su boxeador, no era posible de ninguna forma, o, mejor si, de una sola... La última fue la batalla en que Rancés Barthelemy no pudo coronarse ganador de la 3era faja mundial, que lo hubiera convertido en el primer cubano en acceder a semejante palmarés, en esta pelea el test fue incompleto, porque realizaron únicamente el de orine. Entre las derrotas de Barthelemy y de González media un compromiso violado sobre el ring: el ex campeón nicaraguense, que sintió una fuerza descomunal detrás de los golpes que le tiraba el “beneficiado”, que supo rápido que no podría contra semejante artillería; sin embargo, salió a morirse en cada round, aunque su sentencia de muerte estuviera prescrita. Barthelemy no respondió igual que Chocolatico ante el sagrado compromiso con el público, que reza “SER CAMPEÓN OBLIGA A ALGO”, sino que reculó, retrocedió, se tapó, corrió, evadió, “le imploró a las Alturas” y perdió de la peor forma posible, evitando que lo horizontalizará un bombardeo que, para el boxeo, para la moral pugilística personal y de grupo, nunca fue la manera recomendada de evitarlo. En Fistiana, desde tiempos inmemoriales, el único comportamiento posible es “muérase en el ring o no boxee”. Regresando al caso Canelo Alvarez y los estimulantes, no es posible que a esta hora el mexicano no haya sido despojado de su corona, sancionado a un año de inactividad y seleccionado otro contendiente contra Golovkin en su lugar; mientras, mantengan el andamiaje casi igual que si nada hubiera sucedido. Son los tiempos señor, los malditos y peligrosos tiempos modernos.

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