El dia que los mariachis callaron
Publicado: Vie Nov 23, 2012 7:07 am
Rubén murió fajándose
Los mariachis callaron
Edgard Tijerino
Hace 38 años, un día como hoy, Alexis Arguello estremeció al país noqueando a Rubén Olivares y convirtiéndose en Campeón Mundial pluma. Cada vez que regreso al momento cumbre, siento como en el corrido mejicano que de mis ojos está brotando llanto; que a mis años, sigo emocionado; que pese a perder todo el cabello, las imágenes permanecen nítidas; que me parece estar sacando juventud de mi pasado. ¡Gracias José Alfredo Jiménez que nos entregaste tantas canciones cargadas de sentimientos profundos!
Tanto “El Chilero” Carrillo como el Cuyo Hernández se cansaron de rogarle y decirle a Rubén Olivares, “No se te ocurra fajarte. Ten presente su poder destructivo, y su desesperación por hacer reversible este combate. Trata de manejar la distancia girando, cambiando de perfil. Queda poco Rubén, no te dejes atrapar por el fuego de tu temperamento”. Pero el bravo mejicano, incentivado por su crecimiento, inyectado de atrevimiento, descartó el consejo y se metió en la hoguera a proponer el cambio de golpes. Quería noquear al noqueador, y terminó fulminado después de ser derribado dos veces. Pagó caro por su temeridad.
Una danza infernal
¡Cuánto tiempo ha pasado y me parece que fue ayer! Con el Forum de Inglewood convertido en una olla de presión; el público en pie, rugiendo enloquecedoramente mientras Alexis Argüello y Rubén Olivares parecía danzar sobre carbones encendidos; los mariachis callaron bruscamente. Y es que de pronto, en ese infernal round trece, aquella izquierda de Alexis, envió un mensaje macabro.
Fue fulgurante y precisa, producto por un swing que parecía haber sido trazado por DaVinci, tan enigmático como la sonrisa de la Gioconda que ilumina el Museo de Louvre, mortífero como un arponazo. Ante casi 15 mil asombros, Olivares se derrumbó dramáticamente, como el cíclope frente a Ulises.
Logró incorporarse, sólo para imprudentemente, meterse de nuevo a las llamas, y ser devorado por una combinación de golpes. Ahora la caída fue definitiva. Su cuerpo sin aliento, fue cobijado por las cenizas de lo que fueron, encendidas esperanzas. Me sentí estremecido por un sismo, y así se sintió Nicaragua entera.
Escuchen esto: nunca se dejen arrastrar por el calor de la sangre. El machismo se traiciona y te empuja al suicidio. ¿No es así Rubén?
La esquina de Alexis Argüello ofrecía una llamativa combinación de imágenes. El Curro Dossman vibraba como cuerdas de guitarra obedientes a los dedos magistrales de Eduardo Araica; la frialdad de Miguel Ángel Rivas, nuestro Kid Pambelé, ocultando su angustia, lo aproximaba a una noche apacible no necesitada de ninguna luna; un poco atrás, Eduardo Román no podía controlar su gesto de asombro, y sus ojos desmesuradamente abiertos, denunciaban una inquietud incontrolable; y para cerrar el cuadro, a un lado, el panameño Harmodio Icaza, con su frialdad, daba la impresión de haber “olfateado” como si fuera un sabueso graduado con honores, la oportunidad dorada que todo noqueador espera fabricar en algún momento.
Punch divino tesoro
Atrás había quedado la arquitectura boxística hasta cierto punto deslumbrante, de un Rubén Olivares empeñado en hacer trizas los pronósticos, aventajando a Alexis después de doce asaltos. No parecía haber forma de desarticular la telaraña tan bien tejida por la creatividad y habilidad de Olivares, hasta que el round trece, olvidándose del valor y significado de la cautela, el mejicano como un kamikaze, decidió ir de frente a las bayonetas y Argüello resurgió providencialmente. En ese momento de excitación suprema, cuando el nica cambia su pasaporte al infierno por uno directo al cielo y en primera clase, Olivares estaba en ruta hacia su más espectacular victoria.
“¡Maldita imprudencia! ¡Qué caro me costaste!”, dijo Rubén en los vestidores, cuando ya todo estaba consumado.
Después de haber quedado pecho en tierra y soltado el protector bucal, Olivares se levantó de la lona, escuchó imaginariamente la estimulante música de los mariachis y se lanzó de frente a las bayonetas. Alegremente, como ha sido su manera de vivir. Y murió.
Frente a la audaz propuesta de un furioso cambio de golpes, los puños de Argüello, demoledores, funcionaron impecable e implacablemente, y el azteca volvió a derrumbarse. El árbitro Dick Young sabía que todo había terminado.
Gracias señor
Ocurrió hace 38 años y el rugido de la multitud continúa provocando escalofríos. Ahí en la cima de la montaña, con sus brazos extendidos, Alexis Argüello, el primer nica en conquistar una corona mundial, elevaba una plegaria al creador.
¡Gracias señor!, dijo, sujetando las lágrimas mientras un nudo bloqueaba su garganta y el corazón gemía aceleradamente, con la agitación de un pájaro que trata de salir de la jaula.
Un confuso montón de desperdicios. Escombros y fatiga por doquier. Esa impresión me atrapó en el camerino de Olivares, quien antes de subir al ring, había advertido con una confianza absoluta: No me asustan con el petate del muerto. Lo voy a desequilibrar. No sabrá que hacer. Naturalmente, nadie le creyó.
“Todo listo para que Olivares se corone”, “Rubén sin alcanzar su mejor forma, no tiene chance”, “Argüello exuberante, puede abreviar la pelea”, “No se puede defender un título entrenando dentro de una botella”, advirtieron medios aztecas. Pero Olivares sorprendió a todos desplegando un boxeo pleno de habilidad, como si fuera Manolete o El Cordobés en una tarde de inspiración divina, hasta que ingresó al territorio del atrevimiento sin límites, y murió, como partido por un rayo. Saliendo del fabuloso Fórum de Inglewood, me detuve, volví a ver hacia atrás, fijé nuevamente las imágenes, y escuché con claridad el eco: ¡Mátalo flaco!... ¡Mátalo!
Las tarjetas
Olivares estaba adelante en la puntuación cuando ocurrió el nocaut. El arbitro Dick Young lo tenía adelante 8-3 y el juez Larry Rosadilla 6-4, en tanto, George Latka anotó 5-5 en rounds definidos, luego de utilizar el sistema californiano de uno a cinco puntos de cada asalto. Se anuncio que asistieron 14,313 espectadores, los que pagaron 186,210 dólares.
Como en el drama clásico, el telón cayó sobre el escenario dejando en el alma mil encontradas emociones. Han pasado 38 años, pero mi corazón aún está ardiendo. Ver a Argüello entrar y salir constantemente en el mar de las calamidades antes de su vigorosa espectacular reacción del round 13, nos mantuvo al borde del colapso.
Todo había terminado, pero yo seguía ahí, imaginariamente en el centro del ring, a la orilla del flaco, tratando de ayudarle a golpear a Olivares en aquel electrizante, épico, estrujante y dramático cierre de combate. El ruido provocado por el choque de cuero y carne, por el crujir de los huesos, por el resoplar de los pulmones, nos mantenía de pie cruzando los dedos, mordiéndonos las uñas, implorando al cielo.
Alexis y Rubén incansables, seguían agitándose y agigantándose, mientras los cambios de golpes repercutían en nuestros tímpanos y estremecían el Fórum.
¿Cómo diablos olvidar aquel gancho de izquierda, precioso y preciso, mortífero como un arponazo, fulgurante y cegador?
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Los mariachis callaron
Edgard Tijerino
Hace 38 años, un día como hoy, Alexis Arguello estremeció al país noqueando a Rubén Olivares y convirtiéndose en Campeón Mundial pluma. Cada vez que regreso al momento cumbre, siento como en el corrido mejicano que de mis ojos está brotando llanto; que a mis años, sigo emocionado; que pese a perder todo el cabello, las imágenes permanecen nítidas; que me parece estar sacando juventud de mi pasado. ¡Gracias José Alfredo Jiménez que nos entregaste tantas canciones cargadas de sentimientos profundos!
Tanto “El Chilero” Carrillo como el Cuyo Hernández se cansaron de rogarle y decirle a Rubén Olivares, “No se te ocurra fajarte. Ten presente su poder destructivo, y su desesperación por hacer reversible este combate. Trata de manejar la distancia girando, cambiando de perfil. Queda poco Rubén, no te dejes atrapar por el fuego de tu temperamento”. Pero el bravo mejicano, incentivado por su crecimiento, inyectado de atrevimiento, descartó el consejo y se metió en la hoguera a proponer el cambio de golpes. Quería noquear al noqueador, y terminó fulminado después de ser derribado dos veces. Pagó caro por su temeridad.
Una danza infernal
¡Cuánto tiempo ha pasado y me parece que fue ayer! Con el Forum de Inglewood convertido en una olla de presión; el público en pie, rugiendo enloquecedoramente mientras Alexis Argüello y Rubén Olivares parecía danzar sobre carbones encendidos; los mariachis callaron bruscamente. Y es que de pronto, en ese infernal round trece, aquella izquierda de Alexis, envió un mensaje macabro.
Fue fulgurante y precisa, producto por un swing que parecía haber sido trazado por DaVinci, tan enigmático como la sonrisa de la Gioconda que ilumina el Museo de Louvre, mortífero como un arponazo. Ante casi 15 mil asombros, Olivares se derrumbó dramáticamente, como el cíclope frente a Ulises.
Logró incorporarse, sólo para imprudentemente, meterse de nuevo a las llamas, y ser devorado por una combinación de golpes. Ahora la caída fue definitiva. Su cuerpo sin aliento, fue cobijado por las cenizas de lo que fueron, encendidas esperanzas. Me sentí estremecido por un sismo, y así se sintió Nicaragua entera.
Escuchen esto: nunca se dejen arrastrar por el calor de la sangre. El machismo se traiciona y te empuja al suicidio. ¿No es así Rubén?
La esquina de Alexis Argüello ofrecía una llamativa combinación de imágenes. El Curro Dossman vibraba como cuerdas de guitarra obedientes a los dedos magistrales de Eduardo Araica; la frialdad de Miguel Ángel Rivas, nuestro Kid Pambelé, ocultando su angustia, lo aproximaba a una noche apacible no necesitada de ninguna luna; un poco atrás, Eduardo Román no podía controlar su gesto de asombro, y sus ojos desmesuradamente abiertos, denunciaban una inquietud incontrolable; y para cerrar el cuadro, a un lado, el panameño Harmodio Icaza, con su frialdad, daba la impresión de haber “olfateado” como si fuera un sabueso graduado con honores, la oportunidad dorada que todo noqueador espera fabricar en algún momento.
Punch divino tesoro
Atrás había quedado la arquitectura boxística hasta cierto punto deslumbrante, de un Rubén Olivares empeñado en hacer trizas los pronósticos, aventajando a Alexis después de doce asaltos. No parecía haber forma de desarticular la telaraña tan bien tejida por la creatividad y habilidad de Olivares, hasta que el round trece, olvidándose del valor y significado de la cautela, el mejicano como un kamikaze, decidió ir de frente a las bayonetas y Argüello resurgió providencialmente. En ese momento de excitación suprema, cuando el nica cambia su pasaporte al infierno por uno directo al cielo y en primera clase, Olivares estaba en ruta hacia su más espectacular victoria.
“¡Maldita imprudencia! ¡Qué caro me costaste!”, dijo Rubén en los vestidores, cuando ya todo estaba consumado.
Después de haber quedado pecho en tierra y soltado el protector bucal, Olivares se levantó de la lona, escuchó imaginariamente la estimulante música de los mariachis y se lanzó de frente a las bayonetas. Alegremente, como ha sido su manera de vivir. Y murió.
Frente a la audaz propuesta de un furioso cambio de golpes, los puños de Argüello, demoledores, funcionaron impecable e implacablemente, y el azteca volvió a derrumbarse. El árbitro Dick Young sabía que todo había terminado.
Gracias señor
Ocurrió hace 38 años y el rugido de la multitud continúa provocando escalofríos. Ahí en la cima de la montaña, con sus brazos extendidos, Alexis Argüello, el primer nica en conquistar una corona mundial, elevaba una plegaria al creador.
¡Gracias señor!, dijo, sujetando las lágrimas mientras un nudo bloqueaba su garganta y el corazón gemía aceleradamente, con la agitación de un pájaro que trata de salir de la jaula.
Un confuso montón de desperdicios. Escombros y fatiga por doquier. Esa impresión me atrapó en el camerino de Olivares, quien antes de subir al ring, había advertido con una confianza absoluta: No me asustan con el petate del muerto. Lo voy a desequilibrar. No sabrá que hacer. Naturalmente, nadie le creyó.
“Todo listo para que Olivares se corone”, “Rubén sin alcanzar su mejor forma, no tiene chance”, “Argüello exuberante, puede abreviar la pelea”, “No se puede defender un título entrenando dentro de una botella”, advirtieron medios aztecas. Pero Olivares sorprendió a todos desplegando un boxeo pleno de habilidad, como si fuera Manolete o El Cordobés en una tarde de inspiración divina, hasta que ingresó al territorio del atrevimiento sin límites, y murió, como partido por un rayo. Saliendo del fabuloso Fórum de Inglewood, me detuve, volví a ver hacia atrás, fijé nuevamente las imágenes, y escuché con claridad el eco: ¡Mátalo flaco!... ¡Mátalo!
Las tarjetas
Olivares estaba adelante en la puntuación cuando ocurrió el nocaut. El arbitro Dick Young lo tenía adelante 8-3 y el juez Larry Rosadilla 6-4, en tanto, George Latka anotó 5-5 en rounds definidos, luego de utilizar el sistema californiano de uno a cinco puntos de cada asalto. Se anuncio que asistieron 14,313 espectadores, los que pagaron 186,210 dólares.
Como en el drama clásico, el telón cayó sobre el escenario dejando en el alma mil encontradas emociones. Han pasado 38 años, pero mi corazón aún está ardiendo. Ver a Argüello entrar y salir constantemente en el mar de las calamidades antes de su vigorosa espectacular reacción del round 13, nos mantuvo al borde del colapso.
Todo había terminado, pero yo seguía ahí, imaginariamente en el centro del ring, a la orilla del flaco, tratando de ayudarle a golpear a Olivares en aquel electrizante, épico, estrujante y dramático cierre de combate. El ruido provocado por el choque de cuero y carne, por el crujir de los huesos, por el resoplar de los pulmones, nos mantenía de pie cruzando los dedos, mordiéndonos las uñas, implorando al cielo.
Alexis y Rubén incansables, seguían agitándose y agigantándose, mientras los cambios de golpes repercutían en nuestros tímpanos y estremecían el Fórum.
¿Cómo diablos olvidar aquel gancho de izquierda, precioso y preciso, mortífero como un arponazo, fulgurante y cegador?
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