Cuidado con los jueces!!
Publicado: Mar Ago 28, 2012 11:55 am
Con veinte días de anticipación la Comisión Atlética de Nevada nombró réferi y jueces para la pelea de Julio César Chávez y Maravilla Martínez, y hay que pensar en ello como asunto principalísimo por el desprestigio descomunal que los acompaña y por los escándalos que con sus tarjetas han detonado en los últimos meses. Hay un extranjero entre los designados, sudafricano, que Nevada decidió incluir desoyendo la petición del Consejo Mundial de Boxeo, el organismo sancionador. El CMB había solicitado nombrar de sus listas a un asiático y un europeo, pero por respuesta sólo tuvo un acre silencio. No es un acto de ruptura de relaciones, es algo peor, una vil ostentación de desprecio al cuerpo con sede en México, y al resto del mundo. Lo usual, por otra parte, en el ejercicio de relaciones exteriores que Nevada acostumbra. Así se comporta rutinariamente la petulante comisión de boxeo que no condesciende a buscar la simpatía de nadie. Los jueces de Nevada viajan a trabajar a distintos lugares del mundo, libres, bien recibidos, hermanados con gente de distintas razas y banderas, llevados por los organismos del boxeo, pero nadie (casi nadie) de otro país puede sentarse a una de las tres sillas de jueces que hay alrededor de cualquier ring de Nevada. El nombramiento del sudafricano no es una concesión, es una cachetada: “¿Extranjero? Sí, el que nosotros queremos, no el que quieres tú”.
Veamos quiénes fueron los nombrados. Como réferi Tony Weeks (57 años), de Nevada: el réferi de Manny Pacquiao-Juan Manuel Márquez 3.
Como juez la señora Adalaide Byrd (62 años), de Las Vegas. Esposa del réferi Robert Byrd. Actuó ya en una pelea de argentino contra mexicano, Marcos Maidana-Erik Morales, dio el triunfo a Maidana 116-112. Nunca cuestionada en su honorabilidad, siempre cuestionada en su competencia. Votó por Bernard Hopkins 114-113 en la pelea que éste perdió contra Joe Calzaghe. Facilitó el triunfo de Cory Spinks 115-112 contra Deandre Latimore, en un fallo que fue calificado de ridículo latrocinio. Actuó como juez en dos peleas menores de Chávez, antes de ser campeón.
Otro juez es Dave Moretti (68 años), de Las Vegas. Trabajó en Chávez-Vanda 2, y dio a Chávez 97-93. Dio el triunfo a Manny Pacquiao contra Juan Manuel Márquez 115-113 en noviembre pasado.
El juez sudafricano es Stanley Christodoulou (68 años). Fue réferi en Tommy Hearns-Pipino Cuevas en 1980. Fue réferi en la inolvidable pelea de Monterrey en la que el argentino Jorge Castro le ganó increíblemente, cuando estaba más que sentenciado, al estadounidense John David Jackson, en 1994. También fue réferi en la histórica pelea Marvin Hagler vs Roberto Durán, en 1983.
A los jueces nadie los juzga, como quedó demostrado otra vez, aunque no hacía falta, en las recientes peleas de Manny Pacquiao con Juan Manuel Márquez y de Timothy Bradley con Manny Pacquiao. Fueron disparates monumentales, desaguisados históricos, de los que dejan un daño permanente a la credibilidad del criterio humano para elaborar juicios. La presencia de extranjeros en Las Vegas no garantiza una decisión mejor (se recuerda que el italiano Ángelo Poletti marcó diez rounds empatados en la primera pelea Durán-Leonard en Montreal), pero abona a una postura elemental de cualquier comisión digna previa a una pelea: exhibir buena voluntad y cuidado para que haya justicia, propiciar relaciones sanas con gente de otras nacionalidades especialmente cuando no hay ningún boxeador estadounidense subiendo al ring.
La catástrofe de las malas decisiones no es sólo de Nevada, es de todos los sitios, dentro y fuera de Estados Unidos, pero Nevada es lo que nos importa ahora, y es, casi siempre, donde el azote de las tarjetas equivocadas hace más daño, porque es el centro neurálgico del boxeo.
En este caso, al confrontarse mexicano con argentino, los señores de Las Vegas serán neutrales, cosa fortuita y no que les importe la neutralidad. Hay cien casos, en los nuevos y en los viejos tiempos, en que Estados Unidos no ha ofrecido la neutralidad que exige cuando sus peleadores salen de casa. En 1980 Larry Holmes defendió en Las Vegas su título de peso completo contra el italiano Lorenzo Zanón y los jueces fueron Charles Minker, Art Lourie y Harold Buck, todos de la nacionalidad del gran Larry, ningún italiano. Mucho más cerca en el tiempo, Manny Pacquiao (filipino) peleó con Timothy Bradley (estadounidense), con tres jueces gringos: Duane Ford, Jerry Roth y C.J. Ross. Sin embargo, el mismo Bradley viajó antes a pelear en Inglaterra contra el local Junior Witter, en 2008, con jurado totalmente neutral: Mintun, de México; Van de Wielle de Bélgica y Ciminale, de Italia, fueron los anotadores que asignó el CMB y que le permitieron al boxeador estadounidense convertirse en campeón de los superligeros. En agradecimiento Las Vegas escupe el rostro amistoso que se le ofreció a su connacional.
Voy a dar otros ejemplos. Quiero que se entienda bien qué sucede cuando un boxeador de los Estados Unidos sale de su país a disputar un campeonato. Tony Thompson, boxeador de Washington DC, viajó el pasado 7 de julio a Berna, Suiza, para pelear con Wladimir Klitschko el título de peso pesado de la IBF y de la WBO. Actuaron tres jueces neutrales: Dave Parris, de Inglaterra; Alejandro López, de México, y Roberto Ramírez, de Puerto Rico. Se preguntarán ustedes si el réferi fue ucraniano, como el campeón. No, señores, fue Sam Williams, de los Estados Unidos, de la patria del retador.
Hace seis meses el español Gabriel Campillo se desplazó a Corpus Christie, en el estado de Texas, para disputar con Tavoris Cloud el título mundial de peso semicompleto. Cloud es estadounidense, de Florida, de idéntica nacionalidad que los tres jueces de la pelea. Dos de esos jueces, texanos, David Robertson y Joel Elizondo, produjeron un resultado delirante, Campillo fue estafado en la más absoluta impunidad. No sucedió nada, nadie les preguntó por qué. Robertson reapareció actuando como juez de otra pelea seis días después, y Elizondo, tras su innoble proceder fue premiado con diecinueve nombramientos hasta el día de hoy.
Como la ventaja que conlleva en todo deporte la condición de local, o el contar con jueces compatriotas no está en discusión, hay que concluir que esto que está sucediendo en el boxeo es de una gravedad que quema. Como si a un competidor gringo Usain Bolt tuviera que darle diez metros de ventaja en los cien.
No dejo pasar lo desafortunado que ha sido el nombramiento de oficiales de ring con tres semanas de anticipación a la pelea. Si tantas decisiones recientes huelen como huele una cloaca, si se habla de corrupción (el reputado Nigel Collins escribió en un tweet después de la pelea Bradley-Pacquiao: “A tragic night for Pacquiao and boxing. It was perhaps the worse decision I’ve ever seen. Anybody who thinks it was incompetence is a fool”, qué les costaba mantener todo en secreto hasta el día de la pelea.
Si la Chávez-Martínez del 15 de septiembre requiere a los jueces, por una serie de razones, todas obvias, sería otra desgracia inconcebible que no gane en el papel quien haya ganado en el ring, amenaza ya instalada que sólo se despejará cuando se conozca el resultado.
El boxeo ha sufrido transformaciones en los últimos años. Ya es una maldición el exceso de títulos y ahora nos enfrentamos a que la gente comienza a ver las peleas prescindiendo del resultado oficial. Pregunte usted ‘¿quién ganó la pelea Pacquiao-Bradley?’, y no hallará dudas ni vacilaciones en las respuestas, todos sabemos que ganó Pacquiao.
¿Se puede hacer algo para protegernos de la amenaza de tsunami?
Sí, rezar.
Veamos quiénes fueron los nombrados. Como réferi Tony Weeks (57 años), de Nevada: el réferi de Manny Pacquiao-Juan Manuel Márquez 3.
Como juez la señora Adalaide Byrd (62 años), de Las Vegas. Esposa del réferi Robert Byrd. Actuó ya en una pelea de argentino contra mexicano, Marcos Maidana-Erik Morales, dio el triunfo a Maidana 116-112. Nunca cuestionada en su honorabilidad, siempre cuestionada en su competencia. Votó por Bernard Hopkins 114-113 en la pelea que éste perdió contra Joe Calzaghe. Facilitó el triunfo de Cory Spinks 115-112 contra Deandre Latimore, en un fallo que fue calificado de ridículo latrocinio. Actuó como juez en dos peleas menores de Chávez, antes de ser campeón.
Otro juez es Dave Moretti (68 años), de Las Vegas. Trabajó en Chávez-Vanda 2, y dio a Chávez 97-93. Dio el triunfo a Manny Pacquiao contra Juan Manuel Márquez 115-113 en noviembre pasado.
El juez sudafricano es Stanley Christodoulou (68 años). Fue réferi en Tommy Hearns-Pipino Cuevas en 1980. Fue réferi en la inolvidable pelea de Monterrey en la que el argentino Jorge Castro le ganó increíblemente, cuando estaba más que sentenciado, al estadounidense John David Jackson, en 1994. También fue réferi en la histórica pelea Marvin Hagler vs Roberto Durán, en 1983.
A los jueces nadie los juzga, como quedó demostrado otra vez, aunque no hacía falta, en las recientes peleas de Manny Pacquiao con Juan Manuel Márquez y de Timothy Bradley con Manny Pacquiao. Fueron disparates monumentales, desaguisados históricos, de los que dejan un daño permanente a la credibilidad del criterio humano para elaborar juicios. La presencia de extranjeros en Las Vegas no garantiza una decisión mejor (se recuerda que el italiano Ángelo Poletti marcó diez rounds empatados en la primera pelea Durán-Leonard en Montreal), pero abona a una postura elemental de cualquier comisión digna previa a una pelea: exhibir buena voluntad y cuidado para que haya justicia, propiciar relaciones sanas con gente de otras nacionalidades especialmente cuando no hay ningún boxeador estadounidense subiendo al ring.
La catástrofe de las malas decisiones no es sólo de Nevada, es de todos los sitios, dentro y fuera de Estados Unidos, pero Nevada es lo que nos importa ahora, y es, casi siempre, donde el azote de las tarjetas equivocadas hace más daño, porque es el centro neurálgico del boxeo.
En este caso, al confrontarse mexicano con argentino, los señores de Las Vegas serán neutrales, cosa fortuita y no que les importe la neutralidad. Hay cien casos, en los nuevos y en los viejos tiempos, en que Estados Unidos no ha ofrecido la neutralidad que exige cuando sus peleadores salen de casa. En 1980 Larry Holmes defendió en Las Vegas su título de peso completo contra el italiano Lorenzo Zanón y los jueces fueron Charles Minker, Art Lourie y Harold Buck, todos de la nacionalidad del gran Larry, ningún italiano. Mucho más cerca en el tiempo, Manny Pacquiao (filipino) peleó con Timothy Bradley (estadounidense), con tres jueces gringos: Duane Ford, Jerry Roth y C.J. Ross. Sin embargo, el mismo Bradley viajó antes a pelear en Inglaterra contra el local Junior Witter, en 2008, con jurado totalmente neutral: Mintun, de México; Van de Wielle de Bélgica y Ciminale, de Italia, fueron los anotadores que asignó el CMB y que le permitieron al boxeador estadounidense convertirse en campeón de los superligeros. En agradecimiento Las Vegas escupe el rostro amistoso que se le ofreció a su connacional.
Voy a dar otros ejemplos. Quiero que se entienda bien qué sucede cuando un boxeador de los Estados Unidos sale de su país a disputar un campeonato. Tony Thompson, boxeador de Washington DC, viajó el pasado 7 de julio a Berna, Suiza, para pelear con Wladimir Klitschko el título de peso pesado de la IBF y de la WBO. Actuaron tres jueces neutrales: Dave Parris, de Inglaterra; Alejandro López, de México, y Roberto Ramírez, de Puerto Rico. Se preguntarán ustedes si el réferi fue ucraniano, como el campeón. No, señores, fue Sam Williams, de los Estados Unidos, de la patria del retador.
Hace seis meses el español Gabriel Campillo se desplazó a Corpus Christie, en el estado de Texas, para disputar con Tavoris Cloud el título mundial de peso semicompleto. Cloud es estadounidense, de Florida, de idéntica nacionalidad que los tres jueces de la pelea. Dos de esos jueces, texanos, David Robertson y Joel Elizondo, produjeron un resultado delirante, Campillo fue estafado en la más absoluta impunidad. No sucedió nada, nadie les preguntó por qué. Robertson reapareció actuando como juez de otra pelea seis días después, y Elizondo, tras su innoble proceder fue premiado con diecinueve nombramientos hasta el día de hoy.
Como la ventaja que conlleva en todo deporte la condición de local, o el contar con jueces compatriotas no está en discusión, hay que concluir que esto que está sucediendo en el boxeo es de una gravedad que quema. Como si a un competidor gringo Usain Bolt tuviera que darle diez metros de ventaja en los cien.
No dejo pasar lo desafortunado que ha sido el nombramiento de oficiales de ring con tres semanas de anticipación a la pelea. Si tantas decisiones recientes huelen como huele una cloaca, si se habla de corrupción (el reputado Nigel Collins escribió en un tweet después de la pelea Bradley-Pacquiao: “A tragic night for Pacquiao and boxing. It was perhaps the worse decision I’ve ever seen. Anybody who thinks it was incompetence is a fool”, qué les costaba mantener todo en secreto hasta el día de la pelea.
Si la Chávez-Martínez del 15 de septiembre requiere a los jueces, por una serie de razones, todas obvias, sería otra desgracia inconcebible que no gane en el papel quien haya ganado en el ring, amenaza ya instalada que sólo se despejará cuando se conozca el resultado.
El boxeo ha sufrido transformaciones en los últimos años. Ya es una maldición el exceso de títulos y ahora nos enfrentamos a que la gente comienza a ver las peleas prescindiendo del resultado oficial. Pregunte usted ‘¿quién ganó la pelea Pacquiao-Bradley?’, y no hallará dudas ni vacilaciones en las respuestas, todos sabemos que ganó Pacquiao.
¿Se puede hacer algo para protegernos de la amenaza de tsunami?
Sí, rezar.